¿Sabías que los trastornos psicosomáticos son aquellos en los que ciertas dolencias físicas resultan agravadas por factores psicológicos?
De hecho, una inadecuada gestión del estrés o la ansiedad se refleja a través de una sintomatología específica que resulta muy dañina para la salud general del organismo. Como resultado, un buen número de males puede surgir cuando la mente es la que enferma al cuerpo.
¡Aprende cuáles son y cómo librarse de sus efectos!
El poder de las enfermedades invisibles
Se dice que los trastornos psicosomáticos son como enfermedades invisibles ya que no existe una causa física para el desarrollo de sus síntomas. De esa manera, es probable que las mismas pasen inadvertidas en las consultas médicas donde el profesional a cargo podría no prestar atención al papel de las emociones sobre cuerpo y mente.
No obstante, es interesante tomar en consideración que el origen de un mal puede ser psicológico. Por tanto, pese a que los exámenes físicos de personas con dolencias no revelen una aparente disfunción, el problema es real y tiene unas manifestaciones concretas.
Así, muchas condiciones psicosomáticas no son diagnosticadas correctamente y los pacientes siguen experimentando sus nefastos efectos. En algunos casos, se prescriben ansiolíticos para calmar los nervios descritos por la persona afectada. Sin embargo, esta es una solución a corto plazo que solamente trata la enfermedad de modo superficial.
En estos casos, es extremadamente vital derivar este tipo de pacientes a un terapeuta profesional. A través de la terapia cognitivo-conductual es posible establecer las verdaderas causas del malestar. En dicho punto, el trabajo de terapia consiste en modificar los pensamientos negativos y las acciones que contribuyen a crear estos trastornos psicosomáticos.
Signos físicos y psicológicos
Es importante resaltar que el 25% de las enfermedades son, en realidad, trastornos psicosomáticos. Las alteraciones nerviosas de carácter intenso suelen estar detrás de los signos físicos que los acompañan. En general, las molestias gastrointestinales, las cefaleas o las palpitaciones intensas son los rasgos más característicos.
Igualmente, la pérdida de apetito, los vértigos o las punzadas en distintas zonas del cuerpo pueden responder a casos problemáticos de estas condiciones. Asimismo, percibir un sabor metálico en la boca o padecer insomnio podría deberse a un estado severo de ansiedad.
A nivel psicológico, se experimenta un desbordamiento emocional y una pérdida de control absoluta. Se produce así una distorsión cognitiva, es decir, una interpretación errónea de la realidad que provoca angustia e incapacidad para concentrarse. La sensación de estar perdiendo la cabeza cobra fuerza en estos instantes.
Recomendaciones finales
Además de acudir a terapia psicológica, las personas que padecen este tipo de episodios de forma recurrente podrían tomar algunas medidas extra. Por ejemplo, la práctica de deportes de alta intensidad tiene efectos relajantes y mejora el estado de ánimo.
Además, las técnicas de respiración y mindfulness son muy útiles para acallar el monólogo interno y ayudan a liberar la tensión muscular. Por último, las infusiones de Melisa y Pasiflora tienen unas propiedades maravillosas para reducir la agitación excesiva.
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