La egolatría es un tipo de personalidad fácilmente reconocible, el cual se basa en la admiración exacerbada hacia uno mismo. Los individuos ególatras se caracterizan por unas cualidades muy particulares que les convierten en personas centradas en sí mismas e incapaces de empatizar con los demás.

¡Conozcamos sus principales rasgos!

 

¿Cuáles son sus características comunes?

La egolatría se manifiesta en actitudes y comportamientos muy particulares que tienen un profundo impacto en la vida de las personas ególatras, especialmente en el ámbito personal.

Presta atención a las siguientes:

 

  • Tienen una percepción distorsionada acerca de su valía y sus virtudes. En general, se consideran superiores a los demás por lo que creen merecer el respeto y la atención incondicional de los otros.

 

  • Utilizan sus habilidades sociales para satisfacer sus propios deseos y necesidades, pero nunca tienen en cuenta los sentimientos de otras personas. Su inteligencia emocional es baja, y su poca empatía es señal inequívoca de ello.

 

  • Se trata de individuos superficiales, incapaces de establecer relaciones significativas basadas en la confianza y la honestidad. De hecho, suelen causar rechazo debido a sus conductas inadecuadas.

 

  • Otorgan gran importancia al dinero y al poder, porque piensan que ellos deben destacar por su alto estatus. Generar envidia y celos alimenta sus ansias de sentirse especiales y diferentes.

 

  • La egolatría suele ser signo de inseguridad y carencias afectivas en la infancia. Podría entenderse como una actitud compensatoria ante la falta de autoestima y confianza en uno mismo.

 

Causas y repercusiones

El estilo de personalidad ególatra puede, además, estar relacionada con la clase de educación y el modelo de crianza recibido.

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Un estilo de crianza poco estricto podría causar la aparición del síndrome del emperador, una conducta desafiante en el niño que puede ser amenazadora para los padres. Cuando estos niños crecen, siguen funcionando a muchos niveles como esos infantes egocéntricos que solo se preocupan de sí mismos.

Esto les impide desarrollarse como personas adultas y alcanzar la madurez emocional. Pues esta es imposible de adquirir cuando la persona cree que todo gira a su alrededor pero no se hace responsable de sus propios errores. Culpar a los demás e intentar manipular la voluntad de los otros, a semejanza de los padres durante la infancia, es uno de los comportamientos que se siguen adoptando.

Así, la egolatría es el resultado de ese proceso en algunos casos; la cual tiene un efecto nefasto sobre la calidad de las relaciones sociales. En general, la persona ególatra acaba perdiendo sus amistades y sufriendo un aislamiento social como consecuencia de sus acciones egoístas.

 

Cómo actuar

Para evitar que esto suceda, el rol de la educación resulta crucial para criar a personas mentalmente equilibradas y con una percepción realista sobre sí mismas y su entorno. Es importante establecer límites desde la primera infancia para que el niño comprenda sus modos de actuar. 

La egolatría, desde luego, conlleva mucho sufrimiento e incomprensión sobre la naturaleza de uno mismo. Educar en respeto, tolerancia y comprensión son algunas de las claves para una vida emocional sana.