La personalidad pasivo-agresiva (PPA) o negativista representa una alteración importante para el equilibrio psicológico de una persona. Esta patología produce un profundo malestar, tanto en el individuo como en su entorno. Nos parecen personas frágiles que necesitan ayuda, pero en realidad cometen actos dañinos deliberados que fingen ser por accidente. Viven en un constante estado de rabia y resentimiento, castigando pasivamente a su entorno.

La PPA presenta una prevalencia mayor en mujeres. No se conocen las causas exactas, pero se cree que proviene de una combinación entre factores biológicos y ambientales. Es posible que ciertas dinámicas de crianza y las relaciones familiares contribuyan a su desarrollo.

Síntomas de la personalidad pasivo-agresiva

Según el DSM-IV, este trastorno se caracteriza por un patrón general de oposición y pasividad ante las peticiones del entorno que suponen un compromiso y un esfuerzo. Presenta los siguientes síntomas:

– Resistencia a rutinas sociales y tareas laborales, mediante obstrucciones, falta de rendimiento, procrastinación o saboteo intencionado.

– Quejas de incomprensión y sentimientos de injusticia por parte de los demás.

– Hostilidad, cinismo y facilidad para discutir.

– Envidia y resentimiento hacia personas con más talento o éxito.

– Quejas exageradas por su supuesta mala suerte, y rechazo ante cualquier sugerencia para solucionar sus problemas.

Son personas dependientes y manipuladoras, que nos reclaman atención constante a través de críticas y exigencias, y culpabilizan a los demás de sus propios errores. Su comunicación se define por indirectas, silencios y sarcasmos despectivos, por lo que terminan boicoteando sus relaciones.

Alteración del equilibrio emocional

La personalidad negativista conlleva una oscilación emocional que está influenciada por el miedo al rechazo y al fracaso, así como por complejos e inseguridades. Esto afecta a varios aspectos de la personalidad, como a la afectividad, el control de impulsos, la percepción y las distorsiones cognitivas, y el estilo relacional que emplean con los demás. Son inseguros y ambivalentes, con necesidad de autoafirmarse.

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Por otro lado, el tipo de comportamientos mencionados provoca gran tensión mental y emocional tanto a sí mismos como a los demás. Generan relaciones basadas en la venganza, la manipulación y la dependencia, produciendo sufrimiento y confusión. Pero ante un posible abandono, intentan reparar el daño desesperadamente, para volver a la misma situación después.

Cómo tratar la personalidad pasivo-agresiva

La terapia más eficaz es la cognitivo conductual, con técnicas de reestructuración cognitiva para cambiar las ideas que subyacen a esos comportamientos y a la baja autoestima que los detona.

Es importante que en la terapia ayudemos al paciente a identificar las conductas inadecuadas que realiza, y enseñarle a tener un comportamiento más adaptativo. También es necesario un entrenamiento en gestión emocional y control de impulsos, así como aprender nuevas estrategias de afrontamiento y comunicación asertiva.

En conclusión, la personalidad pasivo-agresiva supone un patrón conductual que puede modificarse mediante terapia psicológica.