Decir mentiras no es algo extraño: todos mentimos, o hemos mentido en alguna ocasión. Pero ser mentiroso compulsivo implica que la persona padece una tendencia patológica a mentir, siendo una forma de distorsionar la realidad.

Es posible que al mirar hacia atrás el mitómano pueda recordar que comenzó a mentir para obtener algún beneficio. Este beneficio puede ser material, emocional o, simplemente, para evitar castigos. Pero tras este inicio hay un proceso en el que la mentira se va convirtiendo en habitual y sin motivo.

¿Quién es un mentiroso compulsivo?

Aquella persona que miente cambiando la realidad de manera repetitiva e insistente. Inicialmente, como explicamos, obtienen beneficios en base a la mentira. Sin embargo, las mentiras se mantienen incluso sin la obtención de la supuesta rentabilidad, provecho u atención de los demás. Existe una falta de conciencia del problema, llegando a sentirse mejor al mentir que al decir la verdad.

Es mentiroso patológico, por tanto, aquella persona que utiliza la mentira como forma de relatar su propia realidad o la de otros. A pesar de esto, no está incluido en el Manual Diagnóstico de Enfermedades Mentales o DSM-5.

Cómo detectarlo

Solamente podemos detectarla a través de los propios síntomas, habitualmente si se desvela una mentira y esta es importante, vamos tirando del hilo hasta darnos cuenta de que hay muchas más mentiras. Los síntomas habituales son:

– Una gran necesidad de ser aceptado y temor al rechazo.

– Una autoestima baja con alto grado de inseguridad sobre sus propias capacidades.

– Búsqueda de la aceptación y admiración.

– Susceptibilidad emocional.

Impulsividad.

– Necesidad de consumir sustancias que mitiguen el malestar emocional.

Superar las mentiras

Como todo problema psicológico necesitamos que la persona tome consciencia de que algo falla en sus relaciones cuando miente compulsivamente. Perder la confianza que los demás depositan en nosotros acaba pasando factura. Por tanto, la persona que miente patológicamente puede necesitar tratamiento y terapia para superar este problema.

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Las terapias más eficaces son las cognitivo-conductuales de forma que logramos reestructurar la forma de pensar del mitómano. Es posible que quienes nos demos cuenta seamos los familiares y amigos, y no la persona que miente. Esta barrera es la más difícil de franquear.

La restructuración cognitiva se centra en cambiar las interpretaciones que realizamos de la realidad. De forma que identificamos los pensamientos distorsionados o negativos para reinterpretarlos. Trabajamos tanto la distorsión externa como la interna, es decir, sobre las propias capacidades y valía personal. Además, esta terapia mejora las habilidades sociales y la autoestima de la persona ayudándola a aceptar los beneficios de las conductas adaptativas en detrimento de las inadecuadas.

Podemos concluir diciendo que el mentiroso compulsivo necesita disfrazar su mundo, sin embargo, esto puede acarrear problemas personales y sociales cuando son descubiertos. La terapia, por tanto, es necesaria para lograr superar la mitomanía.