Las decisiones emocionales están más presentes en nuestras vidas de lo que pensamos. De hecho, si hacemos un repaso por las decisiones más importantes de nuestra vida, probablemente sean protagonistas. Y, seguramente, también podamos ver cómo no estaban unidas a ninguna decisión racional.
¿Qué son las decisiones emocionales?
Este tipo de decisiones son las que tomamos mayoritariamente, aunque habitualmente sin darnos cuenta. Incluso, podríamos decir que son las emociones las que aportan racionalidad a aquello que decidimos. Puede parecer una contradicción, pero lo cierto es que nos protegen y trabajan para beneficiarnos.
En este caso, no nos referimos a las emociones intensas. Lo más probable es que si tomamos decisiones estando muy enfadados, o muy felices, no sean las adecuadas. Pero nuestros sistemas emocionales, las emociones sutiles y, especialmente, lo que llamamos intuición, son fundamentales.
Se han hecho estudios sobre personas con problemas en las áreas del cerebro relacionadas con las emociones. En un principio podría pensarse que, al tomar decisiones únicamente basadas en la razón, serían más acertadas. Pero la realidad no es esta. Lo que ocurrió fue que estas personas se decantaron por opciones que terminaron siendo negativas a largo plazo. Sus elecciones en cuanto al trabajo, actividades o a la hora de elegir amigos, solían terminar en pérdidas.
Esto hace pensar que los elementos emocionales, por muy sutiles que sean, nos ayudan a tomar buenas decisiones.
¿Cómo son las decisiones racionales?
Frente a las decisiones emocionales, las racionales son las que tomamos de manera lógica, con gran cantidad de información a nuestra disposición. Estas nos hacen encontrarnos en una situación de certeza en la que las emociones no tienen sentido.
Imaginemos que vamos a la compra y tenemos que decidir si nos costará más comprar tres naranjas o siete. En este caso, los elementos emocionales no tienen cabida. Es algo puramente lógico, acerca de lo cual poseemos toda la información que necesitamos.
Aun así, la mayoría de las decisiones tienen una parte de incertidumbre. Por tanto, necesitan una dosis de emoción para tener sentido y convertirse en algo realmente lógico.
Cuándo optar por la emoción o la razón
Ya hemos dado algunas pinceladas sobre esto, y es que la emoción y la razón deben unirse para ayudarnos a decidir. La lógica por sí misma se nos queda corta, y las emociones aisladas pueden empujarnos a decidir mal. Lo más adecuado, por lo tanto, es tomar decisiones racionales basadas en la intuición y las emociones inconscientes.
Debemos aprovechar ese momento posterior a la emoción para valorar si nuestra decisión es correcta o no. Así, incluiremos la lógica para que nuestra respuesta pueda ser más acertada y evitemos el posterior arrepentimiento.
Para concluir, tenemos que saber que las decisiones emocionales son el pilar de nuestra vida. Eso sí, debemos saber combinarlas con nuestra parte lógica para que resulten totalmente adecuadas.