Según los datos de un estudio realizado por la Fundación ANAR y la Fundación Mutua Madrileña, el ciberbullying (ciberacoso escolar) supone un 25 % de los episodios de acoso escolar. En los adolescentes, esas cifras aumentan hasta alcanzar más de un tercio de los casos (el 70 % están relacionados con chicas). Si tenemos en cuenta que los menores suelen tardar mucho tiempo en pedir ayuda, los números son abrumadores.
¿Qué es el ciberbullying?
Es una variedad de acoso escolar que se materializa utilizando las nuevas tecnologías por parte del agresor. Es una conducta intencionada y violenta que busca dañar, humillar, intimidar o amenazar a un niño o adolescente por parte de otro.
El ciberbullying cumple una serie de características:
En primer lugar, la agresión se produce entre iguales: ambos son niños o adolescentes. Además, este tipo de conductas se repiten en el tiempo; un caso puntual no define el acoso. Uno de ellos, el agresor, provoca intencionalmente un desequilibrio de poder amparado en el anonimato que le ofrece la tecnología. De esta forma, la víctima sufre la impotencia de no poder identificar al acosador.
En estos casos el atacante no percibe el daño que está causando al no ver a la víctima, por lo que es habitual que adopte roles imaginarios en la red que agravan el problema. Con el anonimato y la rapidez con la que se difunde el ataque en la red, se producen la impunidad y la distribución generalizada de la agresión.
Importancia del acoso
Por las características de los ataques y por las edades de las personas que los sufren, las consecuencias son muy graves e imprevisibles. Algunas de ellas son:
– Un cuadro de ansiedad por miedo a que se produzca otra agresión.
– Autoestima muy baja.
– Un estado de gran tristeza y soledad.
– Aislamiento social como protección a la violencia que sufre.
– Absentismo o abandono escolar.
– Algunas personas llegan a autolesionarse y al suicidio.
Cómo detectar el ciberbullying
Hay varias claves que nos ayudan a detectarlo:
1. Cambios bruscos en la personalidad y en el estado de ánimo del menor: Mayor irritabilidad, tristeza, etcétera.
2. Se niega o pone excusas para no ir al centro escolar o salir de casa. Pueden experimentar dolores físicos al somatizar el malestar generalizado que sienten.
3. Sus notas empeoran notablemente.
4. Sufre trastornos alimenticios y de sueño.
5. Consulta su ordenador o móvil cuando está solo y, al interrumpirle, cierra la ventana o la cambia.
6. Deja de relacionarse con sus amigos.
7. Ha sufrido acoso escolar anteriormente.
En definitiva, los padres debemos vigilar las actividades de los menores en las redes y estar atentos a los cambios que manifiesten para contrarrestar los efectos del ciberbullying y, de este modo, puedan crecer y desarrollarse en un entorno seguro y sano.