Hoy en día está muy de moda hablar sobre personas tóxicas, es decir, individuos que incapaces de gestionar sus propias frustraciones y carencias se ceban con los demás. La mejor decisión que tomar en estos casos es alejarnos de ellos tanto como sea posible, pero ¿qué sucede cuándo se trata de nuestra propia familia?

Existen familias tóxicas en las que muchos de sus miembros se acostumbran a desarrollar dinámicas de comportamiento muy dañinas con el resto. En ese caso, es necesario aprender a establecer límites sanos.

 

Características principales de las familias tóxicas

Las familias tóxicas pueden denominarse así por un gran número de razones. Lo que sí es cierto es que algunas de ellas comparten rasgos comunes que hacen que el núcleo familiar sea inestable y poco saludable:

  • Constantes manipulaciones. Algunos progenitores o hijos utilizan el victimismo y el chantaje emocional para conseguir aquello que desean. Si uno de tus familiares pretende hacer que te sientas culpable reprochándote actitudes o comportamientos que tú consideras correctos, no cedas a su juego. En general, esta clase de personas no saben asumir su parte de responsabilidad cuando algo va mal y necesitan acusar al más cercano.
  • Abandono emocional o actitudes sobreprotectoras. Ambas maneras de actuar con los hijos son propias de familias tóxicas, ya que contribuyen a crear vínculos de codependencia. Retroalimentar una relación dependiente de por sí con los padres o buscar la atención de unos progenitores ausentes son patrones de comportamiento realmente perjudiciales de los que hay que huir.

 

Rasgos adicionales

  • Rigidez parental y ausencia de comunicación. Ciertas familias tóxicas se caracterizan por mantener cerradas las vías de comunicación entre padres e hijos, evitando así tener que hablar de cualquier problema que pueda surgir.
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La represión emocional que esto conlleva en los hijos puede afectarles seriamente, ya que no aprenden a expresar sus sentimientos de forma asertiva. Las actitudes parentales estrictas no favorecen un clima de confianza entre padres e hijos, lo que resulta en relaciones frías y superficiales.

  • Adiós a la individualidad. Dentro del seno de las familias tóxicas, a veces, no se promueve la propia búsqueda de identidad de los hijos. Los padres actúan como si estos fueran una prolongación de su mismo cuerpo, por lo que esperan que sus retoños se comporten de acuerdo a sus expectativas. En este caso, no se reconoce que el otro pueda ser distinto; de modo que la diferencia se castiga duramente.

 

Consecuencias

Vivir en un ambiente de familia tóxica suele tener serias implicaciones emocionales en los hijos. Además de acumular sentimientos de ira y resentimiento hacia sus progenitores, los mismos poseen enormes carencias afectivas que no fueron satisfechas en su infancia.

Sin contar con un apego emocional seguro, el niño no puede desarrollarse sanamente y concibe el mundo como un lugar peligroso y amenazante. Por eso, es posible que se acostumbren a recrear esas relaciones de codependencia con sus parejas por la familiaridad que les aportan.

En general, esta dinámica puede dejar una herida muy profunda en la autoestima de los hijos de familias tóxicas.